Desde la practica artística contemporánea se propone la venta de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid. Tratando así, de friccionar, dinamizar, debatir y repensar el espacio y su identidad, utilizando para ello distintas estrategias mediadas por la tecnología.
‘La Universidad no se vende, se defiende’
coreaba una masa enfurecida de estudiantes ante la inminente reincorporación de la expresidenta de la Comunidad de Madrid Cristina Cifuentes (europapress, 2019).
Este hecho es uno más del espíritu corrupto que invade la universidad. Títulos falsos, privatizaciones encubiertas, tratos de favor, irregularidades en la concesión de plazas y un largo etcétera que todos conocemos. Esto es simplemente y a grandes rasgos lo que podemos ver, lo que nos dejan ver. En un nivel completamente superficial y generalizado pero, ¿sabemos lo que está pasando de forma concreta en cada facultad? ¿Es rentable para el Estado la “Universidad Pública”?
En relación a este tipo de prácticas generalizadas en la Universidad, y más concretamente en la Facultad de Bellas Artes, donde la representación estudiantil es mínima y nadie escucha las necesidades del sector más grande que conforma esta institución. Me ha llevado a reflexionar sobre la deriva generalizada que está invadiendo la educación artística desde el lugar de referencia en el que nos encontramos, la Universidad Complutense de Madrid.
Posiblemente la autonomía de las facultades, en este caso, no está ayudando a potenciar el valor de este tipo de estudios artísticos, dejándonos en una posición de inferioridad de recursos y prestigio. Partiendo del hecho de que el precio de la matricula se calcula en función de la “Rama de Conocimiento” a la que pertenece el grado, separamos a priori el valor y el reconocimiento de estudiar un grado u otro.
En segundo lugar, este precio que pagamos en principio de forma simbólica, pues no debemos olvidar que es la Universidad Pública, posiblemente no se esté utilizando de forma correcta, o no sea el suficiente. Actualmente no disponemos de los recursos necesarios para desarrollarnos profesionalmente en este ámbito llegando hasta el punto de que las personas encargadas de dirigir esta institución aplauden y permiten actividades en las que se infravalora el potencial de los alumnos, regalando nuestra imagen y nuestro trabajo a cambio de unas botellas de vino.
Desde esta posición crítica, planteo la posibilidad de vender la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid.El proyecto se materializa con varias acciones que se desarrollan para la puesta en venta de la institución como espacio. Mas concretamente con: la colocación de anuncios en puntos concretos de la ciudad; instalación de carteles en el propio edificio; publicación de anuncios en distintas plataformas de venta; instalación en las ventanas del edificio con la frase “SE VENDE”; proyección de una intervención en la azotea del edificio; y difusión en medios.
La acción performativa y “site-specific” se plantea como continuación de la línea de trabajo del curso y plantea distintas preguntas y reacciones en el entorno. Para la puesta en marcha del proyecto se ha llevado a cabo una investigación sobre el edificio y la institución, recolectando varios planos, artículos y datos técnicos que han sido útiles para la puesta en práctica y que se adjuntan en las referencias. Estos datos aportan veracidad a la propuesta, que junto con otros de naturaleza más distendida generan dudas en el espectador, planteándose cuestiones entorno al edificio y a la institución. El número de teléfono que se inserta en la totalidad de los carteles y anuncios corresponde al de la gerencia de la Facultad de Bellas Artes, incidiendo así en un departamento de poder dentro de la institución, que sería el encargado hipotético de gestionar la venta de este espacio, al ser el emisario directo del rectorado en la facultad. Esta llamada a la participación del espectador plantea encuentros de fricción entre estos y la institución, generando un ambiente convulso, inclusivo e interactivo que haría partícipe al propio objeto de crítica en la acción.
Considero necesario no solo generar reacciones espontaneas a partir de la propuesta artística, sino también construir espacios de debate donde se replantee la Facultad de Bellas Artes desde un consenso entre los distintos sectores que la conforman, pensando un nuevo espacio donde formar artistas actuales y de futuro. Es por esto que en el planteamiento del proyecto concibo la apertura de una asamblea abierta para REPENSAR LA FACULTAD desde la propia facultad.
La necesidad de incluir la tecnología vine dada por la convivencia real que experimentamos con ella diariamente. Basándonos en La Teoría del Actor de Red (ANT) todos actuamos en red como productores de conocimiento y experiencias pero siempre mediados por la tecnología. Por tanto, no es tan importante el tiempo físico y material que los carteles y anuncios permanezcan expuestos (o si realmente llegan a existir de forma material) como la capacidad que puedan tener las imágenes del proyecto de producir interacción social. Por eso considero primordial la inclusión de las repercusiones cercanas que ha tenido el proyecto así como el fomento de estas reacciones como parte de la producción.
Como resultado de lo anterior, el proyecto pertenece al campo de lo social y de lo natural, por tratarse de un objeto hibrido. Esta cualidad no tiene nada especial si somos conscientes de la naturaleza matero-virtual del mundo que habitamos. Un mundo que pretende aumentar cada secuencia de la vida de forma automatizada, guiándonos por poderes algorítmicos y tratando de transmitir el sentimiento oceánico para hacernos partícipes de la noosfera gracias al desbordamiento de internet.
Y es precisamente la localización temporal de nuestra era, ese contexto actualizado lo que carece de presencia en la Facultad de Bellas Artes, y el replanteamiento que pretendo generar con este proyecto.
2019